Es evidente que los últimos años están siendo complicados para la gran mayoria de habitantes del mundo. La vida se está complicando y no se parece mucho a la que teníamos tan sólo hace unos años, y de una manera u otra, la sucesión de acontecimientos terribles que nos están afectando a unos y a otros, no hace más que empeorar la situación general del planeta.
Hemos perdido nivel adquisitivo de manera clara, y el salario ya no renta como lo hacía antes. Eso unido a que todo es más caro, nos pone en situación crítica y con graves consecuencias a medio y largo plazo. El precio medio de los automóviles ha dado un gran salto, tanto nuevos como de segunda mano. El mercado está prohibitivo, como todos sabéis, pero vamos a analizar las razones que nos han llevado a esta situación, donde comprarse un vehículo es una tarea complicada y en la que hay que sacar el Excel nivel experto.
Uno de nuestros mayores enemigos de hoy en día es la inflación. Nos está aumentando el precio de todo, y pese a los intentos mundiales para controlarla o reducirla, de momento, ésta resiste como una super bacteria. En el mundo de los automóviles, la inflación está aumentando claramente los costes de producción de los mismos, y la consecuencia es que los precios de venta se ven afectados de manera importante.
La inflación también ha contribuido indirectamente a aumentar el precio de los nuevos avances tecnológicos que llevan incorporados la mayoría de los vehículos lanzados en los últimos años. Todo el tema de conectividad, pantallas táctiles, sistemas de asistencia al conductor y demás nuevos inventos, encarecen el precio de venta ya que no les ha dado tiempo a bajar de precio, como suele ocurrir cuando la tecnología se extiende y sale otra nueva tecnología más moderna y eficiente.
Los Gobiernos e instituciones reguladoras también han contribuido al aumento de precios de los vehículos, y es que las nuevas regulaciones de emisiones y seguridad son cada vez más complicadas de cumplir para los fabricantes, que tienen que invertir en llegar a los límites establecidos y en cumplir con las nuevas leyes para poder seguir siendo una opción apetecible para los potenciales clientes.
Nuestra querida pandemia ha producido muchas situaciones que antes no habiamos vivido, o al menos no tan severas, y una de ellas ha sido la escasez de componentes que han provocado paradas de varias semanas en las fábricas de producción de automóviles, retrasos importantes en las entregas a clientes, mucha frustración general, y sobre todo ha provocado considerables aumentos en los precios finales de los vehículos a estrenar.
Otra variable clara, que poco podemos controlar, la demanda y la oferta. La demanda no es que haya subido en exceso a nivel global, es más en muchos mercados ha bajado de manera drástica, pero la oferta es la que se ha desplomado debido a varias causas de las gordas: la pandemia, la crisis de suministros, la guerra entre Ucrania y Rusia, la inflación, el alto coste de la energía, y una lista innumerable de acontecimientos de nivel top en cuanto a severidad.
Las facturas de costes fijos de las fábricas de coches, se han disparado y multiplicado por bastante, por lo que las ganancias de las marcas han dejado de ser tales. Consecuencia: subida de precio final de venta. La energía que consume una planta productora de vehículos es sustancial, especialmente los hornos en las zonas de pintura y tratamientos de carrocerías, pero también los robots de soldadura o los sistemas de transporte de vehículos mientras se van ensamblando dentro de las factorías. Facturas engordadas hasta límites nunca antes vistos, otro factor muy relevante para que tengamos que pagar más por comprar un vehículo a estrenar.
Tampoco podemos olvidar a los consumidores, que con el paso del tiempo y según los acontecimientos que van viviendo en sus vidas, cambian de preferencias. Dos ejemplos muy claros son los modelos SUV o los eléctricos, que requieren de mayor capital para ser producidos, y parece que muchos consumidores están dispuestos a paragar más por hacerse con ellos. Esto también contribuye a hinchar los precios.
Los salarios han subido, no tanto como el coste de vida, pero también han subido, por lo que la consecuencia es que los costes laborales y de materias primas (especialmente el acero y el aluminio) se alinean para ir en contra de los fabricantes, que ven reducidos (incluso muy reducidos) márgenes que antes eran bastante más atractivos y jugosos.
Y por último, no podemos dejar a parte los cambios en políticas fiscales que se suceden a lo largo de la historia con los cambios de gobierno y cambios de leyes. Por ejemplo los impuestos a la importación o los incentivos o ayudas que se reparten para incrementar las matriculaciones de nuevas opciones de movilidad, especialmente los eléctricos, influyen en los precios de los vehículos de una manera u otra.
Como resumen, podemos decir que el brusco acrecentamiento del precio medio de los automóviles nuevos es una combinación de factores que se han alineado en un pequeño margen de tiempo. Y ahora o en los próximos meses, ¿qué nos espera? Pues lo veremos, pero para superar esta época tan convulsa, será necesario un esfuerzo global que nunca antes se había hecho. Está el tema muy crudo, pero no imposible, ¡así que a por ello!
Adrián Osés, Locos del Motor