Parece ser que la evolución de los motores de vehículos de serie es clara hacia el “downsizing”, o lo que es lo mismo, reducción de tamaño. Al menos en Europa, otras zonas del mundo probablemente no tanto.

Cuando antes los motores más utilizados en los vehículos europeos de serie eran de al menos 4 cilindros, pensar en motores tricilíndricos era toda una utopía desde el punto de vista de prestaciones. Pero con la búsqueda de una mejor eficiencia y las normativas de tráfico, los motores de 3 cilindros son una gran opción actualmente.

La ingeniería automotriz ha conseguido que los tricilíndricos de ahora consigan iguales o incluso mejores prestaciones que los 4 cilindros. Entre otras cosas, gracias a los turbocompresores y a la inyección directa.

Por otra parte, eliminar un cilindro del propulsor, supone reducir el peso y la fricción mecánica de los componentes del motor. También supone un ahorro de costes para el fabricante, y la posibilidad de usar ese espacio que ocupaba el cuarto cilindro para otras aplicaciones, ya sea facilitar la integración del motor u otros componentes respecto a la carrocería, o implementar partes de sistemas híbridos por ejemplo.

Menor consumo, menores emisiones, menores impuestos, etc. Va todo de la mano y sea diésel o gasolina es una oferta atractiva. Aquí ya entra la opinión personal y otros factores como kilómetros a recorrer, fiabilidad, prestaciones, etc, pero si nos preguntamos si nos merece la pena un tricilíndrico frente a un tetra-cilíndrico, las ventajas son claras. Al menos sobre el papel.

Como en toda comparación, también debemos poner sobre la mesa los puntos negativos, que los hay. Los 3 cilindros suelen vibrar bastante debido a que los motores están naturalmente desequilibrados. Los 4 cilindros necesitan 2 vueltas de cigüeñal (720º) para hacer el ciclo de 4 tiempos (admisión, compresión, combustión y escape), pero en cambio con los de 3 cilindros las cuentas no salen. Para reducir este impacto, se colocan contrapesos en el cigüeñal o un árbol de equilibrado para reducir vibraciones, nunca eliminarlas por este efecto. El sonido también suele ser más ronco que los de 4 cilindros.

Además, esa descompensación natural del propulsor puede ocasionar un aumento en el consumo de aceite, ya que todos los componentes sufren más debido a inercias y fuerzas que se derivan de ese desequilibrio.

Normalmente sufren de un fenómeno conocido como turbo-lag, que como su nombre ya indica supone un desfase o retardo del turbo. La turbina sopla de manera poco “conectada” con el motor, lo que puede provocar grandes altibajos de potencia.

La teoría nos dice que los consumos y emisiones se reducen, ¿pero es así? Depende de modelos y fabricantes. Hay algunos 3 cilindros que consumen lo mismo que otros 4 cilindros

debido a que trabajan a mayor régimen de vueltas y con mayor carga del turbo. Más aire, más combustible, y por consiguiente ese teórico ahorro se esfuma.

Otra teoría es que los motores “más apretados”, como los tricilíndricos tienden a generar mayor cantidad de partículas tóxicas, pero es eso, una teoría. No lo vemos claro como para considerarlo como un punto negativo, pero habrá gente que sí lo haga.

En conclusión, antes de comprar un vehículo tricilíndrico, es recomendable hacerse con los datos técnicos y conocer la experiencia de la marca en esos propulsores para entender si merece la pena o no. Para algunos modelos son una opción recomendable e incluso mejor que las de 4 cilindros, pero para otros modelos son una opción totalmente absurda, ya que no vemos ventajas claras, ni menor precio, ni menor consumo, ni menores emisiones.

La evolución eléctrica en automoción podría ser un gran arma para ayudar a equilibrar estos motores con otros de carácter eléctrico y llegar a conseguir vehículos híbridos de gran eficiencia y calidad. Veremos si se utiliza esa combinación híbrida con motores de combustión de 3 cilindros, nosotros apostamos por el sí.


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